viernes, 5 de abril de 2013

fuente de nuestros textos

la fuente de nuestras leyendas y mitos es:

El Churrinche (Uruguay)

El indio, nuestro bisabuelo, era silencioso, áspero, heroico y amaba a la tierra como la ama el espinillo.

Se defendía con boleadoras de roca mora, lanzas de madera curada y flechas de urunday.

Cuando llegaron los españoles declararon la guerra, al principio los españoles perdían, pero habían quedado muy pocos indios.

Hicieron fogatas pegando gritos, declarando otra guerra.

Cuando los indios salieron del cerro, los españoles los mataron y el último cacique quería llegar al río, pero no le alcanzaron las fuerzas y entonces se abrió la herida, sacó su corazón rojo que se transformó en un churrinche y ahí anda el churrinche que no canta por no llorar.

Los Dos Hermanos (Uruguay)

En los pagos de Arroyo Achar, en Tacuarembó del Uruguay, vivían dos hermanos que, además de quererse entrañablemente, reunían las más bellas cualidades que puedan poseer los gauchos: eran nobles, valientes y generosos a toda prueba, incluso a la hora más difícil de la vida: a la hora de la muerte.

Corrían juntos todas sus aventuras juveniles, tanto en los campos como en el pueblo. Los dos trabajaban en la misma estancia y, para desgracia de todos, se enamoraron – sin confesárselo el uno al otro – de la hija del puestero, que era una hermosa muchacha a quien rondaban todos los mozos de los contornos.

Ella coqueteaba con todos, a ninguno daba esperanzas y, poco apoco, sólo los dos hermanos permanecieron fieles a su admiración y a su amor. La muchacha parecía enamorada de los dos por igual; no se decidía por uno, ni rechazaba a ninguno.

Hasta que una noche, el más decidido montó su caballo, la sacó de su casa y se la llevó, sin que nadie se diera cuenta. Cuando el enamorado burlado se dio cuenta, se volvió loco de celos; ensilló su caballo y salió al galope sin saber adonde se dirigiría. Una vieja que encontró en el camino le dijo haber visto a la pareja en dirección a la barra de Arroyo de Achar, en Río Negro.

Hacia el amanecer, los alcanzó cerca del Paso; llevaban el caballo al trote, como si no tuvieran prisa de llegar a su destino. Al reconocerlos, un grito de coraje salió de su pecho angustiado. Los dos hermanos, con un mismo movimiento, echaron pie a tierra y se miraron frente a frente.

- ¡Me la has robado! – dijo el uno.

A lo que contestó el otro:

- No pensé robarte nada, hermano, por que creí que era mía. Ella ha de decidir con cuál de los dos debe marcharse.

Ella callaba, con sonrisa nerviosa. Y sucedió lo inevitable; los cuchillos salieron de las vainas y se echaron el uno sobre el otro, en lucha a muerte.

La muchacha dio un grito de espanto y su caballo salió galopando. Los dos hermanos quedaron solos en la llanura; los dos acercaban en los golpes, las heridas eran igualmente mortales. Los dos se desangraban a la par. En un último esfuerzo, ya en el suelo los cuerpos, se tendieron las manos. Querían llevarse en el corazón la paz de la reconciliación y el consuelo de la despedida fraternal.

Los encontraron muertos, enlazadas las manos, sobre dos charcos de sangre. Allí mismo los enterraron, frente a frente. Cada tumba se convirtió en una pequeña laguna, que han ido creciendo, poco a poco, con el tiempo. Son las que hoy existen con el nombre de Lagunas de las Maletas, que están separadas por un brazo de tierra que jamás se cubre de agua, porque es el lugar sagrado en que los brazos de los dos hermanos agonizantes se juntaron.

El caballo, desbocado, llevó a la muchacha hasta la orilla de la laguna grande, donde la tiró al suelo, y prosiguió su marcha loca.

Al recobrar el sentido, se dio cuenta del horrendo crimen que su coquetería había causado. Durante muchos días lloró desesperadamente, dando vueltas alrededor de la laguna, hasta que una noche se lanzó a las aguas oscuras dando un agudo y escalofriante gemido.

Allí está siempre su alma penitente, en la Laguna Asombrada, en donde todos los Viernes Santos, a la misma hora en que ella se arrojó a las sombrías aguas, se oye un profundo gemido y el ruido que hace un cuerpo al caer a la laguna desde la altura.

La Sirena del Río Uruguay (Uruguay)

Pariente lejano de la sirena mitológica, un ser solitario y grotesco asoma de tanto en tanto en la superficie del río Uruguay.

Brindamos la cuarta y última entrega de nuestro espacio dedicado a Salto dentro de las leyendas urbanas, gracias a la colaboración de Diego Moraes. Tras la publicación de "La aparecida de la Ruta 3", "El fantasma de Horacio Quiroga" y "Los ovnis de la Aurora", Diego nos introduce en una historia con rasgos mitológicos.

El mito de la sirena del Río Uruguay es una de esas clásicas leyendas que desde tiempos inmemoriales seduce la imaginación de los hombres de todo el litoral oeste del país, e incluso de aquellos que habitan todavía más hacia el sur de la República, pues es evidente que la famosa sirena del Río de la Plata, sobre la que misteriosamente refieren algunos pescadores montevideanos, no es sino la mismísima ninfa de aguas dulces en una de sus excursiones más alejadas. Con todo, es probable que en ningún otro sitio como en Salto esta leyenda posea tantas anécdotas y testimonios que den prueba de su existencia.

Pese al ostensible nombre de esta bestia, la sirena del Río Uruguay es un animal que apenas recuerda a su congénere de la mitología clásica.

Una diferencia notoria proviene de las apreciaciones fisonómicas de cada una de estas especies. Las sirenas de la antigüedad helénica fueron seres de forma híbrida, que de la cintura para arriba asemejaban unas hermosísimas doncellas de largas cabelleras y de formas voluptuosas, mientras que de la cintura para abajo eran unos peces gigantescos. En cambio, la sirena del Río Uruguay no es un mero complemento entre una especie humana y otra animal, sino tal vez un híbrido indeterminado entre ambos términos. Se sabe que tiene extremidades, pero éstas no son los tiernos brazos de una náyade, sino unas especies de tentáculos provistos de largas garras y de aletas. Hay también consenso en que tiene abundantes cabellos, pero éstos no son finos y delicados, sino verduzcos y pinchudos como si se tratara de un puñado de bigotes de surubí. Sus ojos son amarillos y saltones, como los de un sapo, y no toleran la luz. El conjunto del monstruo da la impresión de un axolote enorme, pero cuyas facciones evocan, lejanamente, rasgos humanos. Su piel, brutalmente salpicada de erupciones, es de un color gris piedra que le permite un camuflaje sin igual en las oscurecidas aguas del río.

Otra diferencia importante es que al tiempo que las sirenas sobre las que nos refieren los relatos de la mitología y la epopeya clásica siempre avanzan en grupos, verdaderos harenes fantásticos de seductoras marinas, la sirena del Río Uruguay, en cambio, es un ente tristemente solitario. Es probable que se trate del último espécimen de su raza. La pobre criatura vaga de aquí para allá, desamparada, sin otra compañía que la corriente del río y la ocasional cercanía de otros peces que el azar de las aventuras pone en su camino.

Pero tal vez la principal diferencia entre la especie helénica y la sirena del Río Uruguay -a quienes conviene reconocer, sin embargo, como parientes muy lejanas-, es la absoluta disparidad entre sus respectivos comportamientos en relación a los humanos. Las sirenas de la antigüedad clásica encontraban singular deleite en provocar la desgracia y la muerte de los hombres. Sus hermosas melodías y sus hipnóticos cantos atraían la atención de los navegantes, que descuidaban el curso de sus naves y las estrellaban así contra los arrecifes, pereciendo toda la tripulación en las aguas. Por el contrario, la sirena del Río Uruguay es un ser absolutamente pacífico, y más que bonachón, casi inocente, que nunca ha causado y es previsible que no causará jamás daño a nadie.

Puesto que, como se dijo, se trata de un ser solitario en extremo, posee, eso sí, una gran curiosidad. Pero es de un carácter tan arisco y huraño que toda vez que se acerca a un humano, y es percibida por éste, la sirena se zambulle de súbito en las aguas y huye despavorida, como si la sola idea de ser contemplada por los ojos de la gente le provocara un estremecimiento más poderoso que su osadía de mostrarse.

Desde que los practicantes de la religión afro-umbandista instalaron en la playa Las Cavas una bellísima escultura de Ie-Manjá, los avistamientos más frecuentes de la sirena en la ciudad de Salto se produjeron precisamente en esa zona del Río Uruguay. Muchos de los devotos de esta diosa, que habitualmente se acercan a la costa del río a realizar sus rituales y a presentar sus ofrendas de flores, velas y animales, juran haber divisado más de una vez a la "Madre de las Aguas" saltando a lo lejos, o a veces también paseando en una barca, vestida con sus conocidos atuendos de colores blanco y turquesa, su silueta recortándose en el espejo de plata de la luna. Estas visiones me fueron confirmadas también por algunos de los muchachos del cuerpo de Guardavidas de la Intendencia que en las épocas del verano custodian las playas salteñas. Hacia el atardecer, cuando van a recoger las boyas de seguridad, se ven a menudo espantados por el súbito borbollón de agua que, en su torpe desplazamiento por debajo de la chalana, produce la sirena al pasar.

Igualmente, los marineros de la Prefectura, hastiados de caminar y de vigilar con sus binoculares toda la costa del Salto, fueron testigos de sus fugaces apariciones.

Fuera de estos registros recientes, hubo una época en la que los avistamientos más frecuentes de la sirena del Río Uruguay se realizaron en el puerto de la ciudad. Tal vez por esta razón, quienes están en mejores condiciones de proporcionar datos fidedignos sobre la existencia de este apacible monstruo acuático, sean los habituales pescadores que noche tras noche van allí a tirar sus plomadas. También los pescadores de río adentro, que rastrillan la zona portuaria con sus embarcaciones y sus redes, se ven de ordinario sorprendidos por la visita de este curioso engendro.

En ocasiones, las personas que hacia el atardecer regresan de Concordia en la lancha, pudieron observar también de qué simpática manera acompañaba la sirena el surco blanco de agua que el motor produce en el río, asomando la cabeza y hundiéndose en forma reiterada. Otras zonas de avistamientos frecuentes de la sirena del Río Uruguay en Salto son las rocas del Ayuí, las cuevas de San Antonio y las compuertas de la Represa de Salto Grande, sitio en el que no es por cierto infrecuente advertir a este fantástico animal, saltando alegremente junto a los dorados en los torbellinos de agua

El exorcismo del Daymán (Uruguay)

El curioso exorcismo a una muchacha endemoniada en tierras uruguayas es el capítulo final de nuestro ciclo de leyendas urbanas.

Culminamos nuestro ciclo de leyendas urbanas -quizá definitiva, quizá temporalmente- con un último relato del interior del país. En este caso el protagonista de una posesión diabólica no es Damian, como en el cine, sino el río Daymán, testigo de un caso criollo. Traemos este relato nuevamente gracias a la colaboración del escritor Diego Moraes, aprovechando la reciente edición de su "Bestiario del Salto Oriental", editado por la Intendencia de Salto.

Días pasados, releyendo viejos documentos históricos a propósito de supersticiones, mitos y creencias de los habitantes de la Banda Oriental, di, casi al azar, con la crónica de un curioso exorcismo que entiendo no carecería de cierto interés en cualquier antología de los horrores de Salto. Las circunstancias exactas que rodearon estos acontecimientos son muy confusas; sin embargo, según las versiones más autorizadas, el evento habría tenido lugar hacia el año 1894 en un sitio sobre la costa del Río Daymán, no demasiado lejano al lugar en que ahora se encuentran las famosas Termas que ostentan ese mismo nombre.

La protagonista de la historia fue una muchacha mestiza, aún no completamente desarrollada -digamos seis o siete años- que vivía en una casita de la zona. Se llamaba L*** y había nacido en el Brasil, más precisamente en Rio Grande do Sul, sitio desde el que poco tiempo atrás había emigrado junto a su madre. Un buen día, y luego de haber convalecido de dolor toda una noche sin causa aparente, L*** comenzó a ejecutar algunas acciones extrañas y a ser víctima de accidentes ciertamente estrafalarios. Los parientes, amigos y vecinos que fueron testigos de estos prodigios, alucinados y asombrados en su imaginación, llegaron a la certidumbre irrefutable de que, verdaderamente, la muchacha "tenía a Mandinga en el cuerpo".

En ocasiones, L*** padecía de unos violentos ataques durante los que se comportaba casi como un animal. Comenzaba a gritar, a semejanza de un chancho que están carneando, y clamaba a viva voz que alguien había venido a llevársela a un paraje terrorífico. Se retorcía como una histérica, gemía como una desquiciada y lloraba escandalosamente. En estos accesos, la joven se estiraba completamente en la cama, y tiesa como estaba, parecía que la arrastraban de las piernas, escurriéndose del reposo. Uno y hasta dos hombres de campo muy forzudos no eran lo suficientemente poderosos como para sujetarla; por esta razón, y a pedido de la propia aterrada madre de la criatura, se convino en amarrarle las muñecas a la cabecera de la cama con unas sábanas.

Otras veces, y aún cuando segundos antes se encontrara apaciblemente tomando mate y conversando con su gente, la joven se transformaba de súbito, y comenzaba a proferir insultos soeces a todos los que se atrevían a dirigirle la palabra o a mirarla con atención. Se arañaba, afirmando que no era ella, sino otro ser invisible quien le clavaba las uñas. Golpeaba con recias patadas las puertas, las paredes, los muebles y las ventanas de la casa, y hasta se orinaba o defecaba en los rincones. También articulaba unos silbidos muy penetrantes, que parecían provenir de lo profundo del bosque circundante. Otra costumbre extravagante de la poseída era la de salir intempestivamente a los fondos de la casa y desde allí arrojar piedras al aire con tan milagrosa habilidad que las piedras retornaban al mismo lugar del que habían partido.

Otro rasgo extraño de la historia es que esta endemoniada, antes de haber entrado en este estado, no hablaba sino su lengua natal, el portugués. No obstante, desde que iniciaron los ataques, la muchacha comenzó a expresarse con tal corrección el castellano como si fuera una nativa, al punto que ni siquiera por el acento pudiera distinguirse del habla de los hijos del país, circunstancia que provocó la perplejidad de los vecinos.

La situación de L*** empeoraba cada vez, y entonces llegó un momento en que la familia de la niña se vio obligada a tomar cartas en el asunto. Se decidió, entonces, convocar a un exorcista. Sin embargo, y diferencia de lo que nos tienen acostumbrados los argumentos de las series televisivas, este ritual no fue llevado a cabo por un sacerdote de la Iglesia Católica, sino por el contrario, por un curandero popular. Pocos datos hay sobre este oscuro personaje, salvo que se trataba de un viejo con fama de brujo y de hechicero, y que ya tenía alguna experiencia en los métodos del magnetismo animal. Aunque también es cierto que, pese a su condición profana, las figuras y los instrumentos de que se valía para sus conjuros eran los mismos que se esgrimen en la liturgia cristiana: también el exorcista, además de brebajes y conjuros, portaba un crucifijo, rociaba agua bendita e invocaba el glorioso nombre de Dios.

Pese a tantas previsiones, el exorcismo culminó en un rotundo fracaso. Ya desde el principio, la endemoniada manifestó toda serie de irreverencias hacia los poderes de su sanador. Por ejemplo, el exorcista recitaba oraciones y le decía cosas tales como: "Clama, hija mía: Dios conmigo y el Diablo al Infierno", y la joven, enfurecida, respondía insultante: "El Diablo conmigo y Dios a la p ". En tales contratiempos, y como todo recurso, el exorcista la rociaba con más agua bendita y rezaba cada vez en tono más solemne. Por supuesto que, por momentos, el exorcismo parecía dar algún resultado, pues la muchacha cesaba de maldecir y no realizaba tantas extravagancias, pero el mal pronto volvía a exacerbarse. Y L***, conforme pasaban los días, estaba cada vez peor. Hacia el final, al borde de la locura, no hacía sino cubrirse el rostro con las manos o con las sábanas, y mientras sujetaba fuertemente las manos de una vieja, como buscando terrenal consuelo, manifestaba su malestar y su espanto con penetrantes gemidos. Un atardecer, luego de una larga sesión de espiritismo que había abarcado toda la noche y el día anterior, L*** finalmente murió.

Una vez fallecida la desventurada criatura, la casa en la que fue llevado a cabo el ritual adquirió una fama siniestra. Se decía del edificio -como del Teatro Larrañaga o del Museo de Bellas Artes- que fuerzas oscuras y misteriosas habían asentado allí su dominio infernal. Según hemos llegado a saber, este lugar fue, en repetidas ocasiones, escenario de apariciones de fantasmas, voces pavorosas, ayes fatídicos, luces que vagan solitarias, ruidos subterráneos y otras proposiciones infames por el estilo. Los antiguos vecinos del Daymán solían referirse a este sitio con mucho respeto, como si se tratara de un lugar de culto, aunque, temerosos, preferían no frecuentarlo demasiado. Hoy en día, y para beneplácito de los espantadizos, esta casa ya no existe; fue demolida, y en el lugar en que se encontraba fue edificado un lujoso hotel que hace las delicias de los turistas más exigentes. 

Los espíritus del IPOLL 2 (Uruguay)


Ofrecemos la segunda parte de los fantasmas más populares de la enseñanza nacional: los espíritus del IPOLL.

En nuestro ciclo de leyendas ya ofrecimos una de las versiones que se encuentran en torno a los míticos fantasmas del IPOLL, liceo de Salto. En esta ocasión, les ofrecemos la leyenda tal cual es narrada por Diego Moraes, en su libro Bestiario del Salto Oriental. También incluimos algunas de las muchas anécdotas que nos contaron nuestros lectores.

Tal vez, algún día, los diligentes funcionarios del Catastro Nacional pondrán fin a la controversia. Sin embargo, hasta que tal cosa no ocurra, la acalorada polémica acerca del sitio exacto en el que se encontraba el antiguo cementerio de la ciudad, continuará. Diversos postulantes aspiran a la candidatura, como los subsuelos del nuevo local de la Regional Norte de la Universidad de la República, los de la Plaza Artigas o los descampados aledaños al Liceo del Salto Nuevo. No obstante, las versiones más persistentes afirman que dicho cementerio se encontraba en los terrenos sobre los que fue edificado el Instituto Politécnico Osimani y Llerena, y en el que funciona, desde hace ya varios años, el Liceo Nº 1 I.P.O.LL. Esta es la razón, según he podido saber, por la cual una vez que comienzan a esfumarse en el horizonte los últimos rayos del sol, este lugar es el escenario de un gran número de eventos misteriosos y paranormales.

De hecho, el repertorio de estos sucesos es tan amplio y variado que su detalle, menos que instruir, podría aburrir a cualquier lector. Simplemente señalaré que, entre otras cosas, se habla de bancos y pupitres que se mueven solos; de pizarrones que amanecen con bizarros dibujos y leyendas en idiomas extrañas; de papeleras misteriosamente desparramadas por manos anónimas en un sitio recién higienizado; de teléfonos que suenan persistentemente en salones que carecen de tal aparato; de puertas cerradas por dentro con postigo que, al abrirse, dan paso a habitaciones vacías; de inexplicables roturas de vidrios y hasta de insólitas desapariciones de expedientes, exámenes y documentos oficiales. Algunas veces, también pueden adivinarse sombras de ahorcados, proyectadas por los corredores, y figuras humanas deambulando que luego se desvanecen, atravesando paredes y muros, como por arte de magia. Naturalmente, entre los testigos más frecuentes de tales prodigios figuran tanto los alumnos, como los profesores, las autoridades y el personal del servicio de limpieza del liceo.

No obstante, las anécdotas más interesantes acerca de los misteriosos sucesos del Liceo I.P.O.LL me fueron comunicadas de primera mano por un agente de la Policía, padre de un buen amigo, que ha debido pasar largas noches en solitario en el edificio cumpliendo la guardia como sereno. Este hombre, digo, cuya veracidad es para mi el Evangelio, me comunicó que se manifiestan allí visiones de todos los colores imaginables: cuando no es una canilla que se abre sola en el baño, es una cisterna accionada por el aire; cuando no es una cisterna, se presentan increíbles ventoleras de frío, aún cuando sea en pleno verano y en los alrededores los árboles estén quietos y adormecidos por el agobiante calor; cuando no es una corriente de aire, es una neblina cerrada de color blanco que invade la atmósfera; cuando no es una neblina, se perciben luces y fogonazos en los corredores; y cuando no es ni éste ni ninguno de tales prodigios, en ocasiones puede detectarse un fortísimo olor a azufre emanando de los lugares más insólitos: el laboratorio, el salón de actos, la sala de profesores, el galponcito de gimnasia, la biblioteca. También se ven -me asegura- rostros inhumanos insinuándose en el fondo de los espejos.

Según mi testigo, son tantos los policías y serenos que podrían corroborar estas apariciones que, desde hace ya mucho tiempo, y fatigosamente atemorizados, ninguno de ellos se anima a hacer la guardia permaneciendo en el interior del liceo, sino que invariablemente realizan la ronda de vigilancia en los perímetros exteriores.

A esta historia, tal cual es narrada por el escritor Diego Moraes, y a la leyenda que nosotros publicáramos, se suman varios cuentos que nos llegan cada tanto a nuestra casilla.

Anécdotas

Verónica y Mónica, dos estudiantes del turno nocturno del liceo, afirman que una vez, al salir a la medianoche, sintieron ruidos de cadenas y estallidos en el laboratorio (el lugar del instituto que más leyendas acumula).

Al acercarse a mirar, descubrieron que los muebles en donde se guardan los instrumentos estaban abiertos, y una ventana aparecía abierta a pesar de haber sido cerrada por las propias estudiantes minutos antes.

A la semana siguiente, las jóvenes volvieron a escuchar los ruidos de cadenas y al acercarse vieron una sombra. Las estudiantes no volvieron más al liceo y aseguran que jamás olvidarán lo sucedido allí.

Una ex funcionaria del IPOLL, que pidió que su identidad no fuera revelada, trabajó allí en el '85. Recuerda los comentarios en torno a los supuestos espíritus y comenta un caso que le impactó. Por aquella época quedó un funcionario de sereno, que debió quedarse todo enero mientras el liceo estaba cerrado. Cuando los profesores se reintegraron en febrero, el funcionario comentó los horrores que había pasado: gritos en la noche, lamentos, cosas extrañas. Ese compañero se suicidó a los pocos días de comenzar su licencia, y los restantes profesores recuerdan con pena no haber dado más importancia a sus relatos o contenerlo.

Otra de las tantas historias que nos llegaron proviene de un ex estudiante, que pide especialmente que no se mencione su nombre."Respecto al liceo he escuchado esa historia y también alguna más reciente", nos cuenta. "En los laboratorios de química, hace algunos años, un profesor salió espantado luego que al intentar echar un líquido en un tubo de ensayo, el chorro se dividiera en dos y cayera en los costados, sin que entrara una gota en el tubo".

"Cuando yo iba al liceo", continúa, "se hablaba de un fantasma con nombre y apellido. Yo me he quedado en algunas ocasiones de noche en la Universidad -atrás del liceo- y también se oyen pasos y ruidos extraños durante la noche. Actualmente sólo quedan policías afuera del liceo, en el ala opuesta a los laboratorios".

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El Paititi (Perú)


 


Desde los lejanos tiempos de la Conquista se ha hablado de la existencia de "ciudades perdidas", del legendario Paititi y de las fabulosas riquezas escondidas entre la floresta del Departamento de Madre de Dios, encaramadas en las estribaciones de los Andes que penetran como espolones en la selva virgen.

Numerosas han sido las expediciones que se han realizado para encontrarlas, sin que ninguno de los exploradores las haya localizado hasta ahora. Al respecto dice el Padre Aza en sus "Apuntes para la Historia de Madre de Dios", que el Padre Cenitagoya, también misionero dominico, le informó sobre monumentos de respetable antigüedad encontrados en una expedición al río Pantiacolla, cuando se estableció la Misión que lleva el mismo nombre. Dichos restos, de los que antes no se tenía noticia alguna, consisten en inscripciones y figuras grabadas en roca en una tensión de once metros de largo por dos de ancho.

La codicia de los conquistadores españoles por el oro y el deseo de los indígenas de deshacerse de ellos, dieron lugar en los primeros años de la conquista a la proliferación de leyendas sobre imperios de fabulosas riquezas y bellas mujeres, enclavados en la espesura de la selva. Uno de los más interesantes relatos de este tipo es el del Imperio del Paititi, recogido y mencionado por primera vez por Alvarez de Maldonado al retorno de su desgraciada aventura al río Madre de Dios, o Amarumayo, que era el nombre con que los Incas conocieron este río.
La confusa idea, que por entonces se tenía de la región, hace que en los relatos de la época se atribuya a los ríos fantásticos recorridos por lejanos lugares. Y así, en la versión dejada por Alvarez de Maldonado sobre su expedición se mezclan y confunden los ríos Apurimac, Jauja, Jircas, Amarumayo, Manu, Etc. El hecho es que según esta leyenda del Paititi, en la confluencia del Madre de Dios y el Beni, con el río Mantaro, que se suponía se prolongaba hasta el interior de la selva amazónica, había un imperio en el que se habían originado los incas, quienes a su vez habían fracasado más tarde en el intento de conquistar a sus supuestos antecesores.

Como había sucedido con anteriores leyendas, el mito del Paititi se propagó y dio lugar a muchas tentativas de penetración en la selva de esa región, conocida también como región de los mojos, parte de las cuales se encuentra hoy en el territorio de Bolivia, en busca de las riquezas que se suponían existía allí. Desde Cochabamba y Santa Cruz salían también con frecuencia expediciones para explorar la selva amazónica, actividad que cobró inusitada intensidad cuando se generalizó la leyenda del Paititi y así, la mayoría de los gobernadores de Santa Cruz hicieron constantes intentos de penetrar en la región de los Mojos y reducirlos.
Tal fue el interés que se puso en estas andanzas que aún el Presidente de la Audiencia de Charcas, Juan de Guizarazu, preparó una expedición que no llegó a realizar, pero originó que reuniera una importante documentación sobre todas las tentativas que hasta entonces se habían realizado y sus resultados. Entre los documentos que reunió, está el relato del cura de Mataca, Diego Felipe de Alcaya, quien dice que los Incas penetraron a la región de Mojos y sostuvieron cruentas luchas con invasiones de guaraníes. Dice también Alcaya, que un general incaico, sobrino de un emperador y llamado Mango, logró someter a los indios del Paititi y su imperio llegó a tener una gran extensión.

El Conde de Castelar envió un cronista al Rey, en el que se indica la región de los ríos Madre de Dios, Beni, Mamoré y Andera y según este croquis, la región central del Imperio del Paititi se encontraría en la confluencia de los ríos Beni y Mamoré en zona que es boliviana. Pese a las numerosas expediciones realizadas por los españoles a la zona del supuesto imperio, nunca se llegó a encontrar indicios de su existencia.


El Mapinguay (Perú)

 
El Mapinguay es un enorme y corpulento animal, de un sólo ojo y con las patas traseras como de buey terminadas en garras. La única manera de destruirlo es cortándole el ojo.

Pero cuentan de un hombre que para librar a su hijo, a quien se llevaba el mapinguay, le arrojó ácido muriático a la cara. El monstruo, lleno de rabia, soltó al muchacho y abrió la desdentada boca abalanzándose contra el hombre, instante que este aprovechó para meter su mano por la boca del animal y cogiéndole la cola con toda fuerza jaló dándole vuelta al cuerpo del mapinguay y dejando al descubierto todo su interior.
Así murió el terrible monstruo pero sus congéneres siguen vagando por la inmensa selva.

La Poza De La Sirena((Peru)


“Yo tuve la suerte de conversar en esa época muy niño todavía con un señor que tenía cerca de noventa años que se llamaba don Amador Mazuelos y él nos aseguraba una leyenda que había sucedido en Ilo. En esa época Ilo era una caleta, un caserío se puede decir, porque era un grupo muy pequeño; las casas estaban diseminadas, casi aisladas en ciertos sitios del puerto. Así que esa gente, en esa época, solamente se conocía la manera más rústica de cocinar que era a leña… Entonces la materia prima era la leña y había gente que vivía de ese trabajo. Y se trata cabalmente de uno de estos señores que en una época en que se fue al valle a traer su materia prima para las cocinas, se entretuvo en el valle comiendo fruta, porque era temporada de frutas y, cuando acordó, ya el tiempo se le había vencido. Comenzó a recolectar la leña, formó su atado y se lo puso a la espalda y este señor comenzó a caminar por rutina por el mismo sitio que era el camino del puerto al valle, por la orilla del mar hasta la Boca del Río. Así que cuando estaba pasando por un trecho muy pegado al mar, siente una voz de una mujer que estaba tarareando, una voz muy bonita. Pero el agarró y pensó: “!Caray! esta mujer a dónde viene a cantar en este desierto” Pero después se quedó parado y sorprendido porque recapacitó y resulta que él se orienta bien y ve que la voz salía del mar. “¿Cómo –dijo- una mujer bañándose a estas horas de la noche?” Y esa era una noche oscura, no había luna. Así que a las justas, dejo tirado la leña en el suelo, se sentó sobre el atado y se puso a escudriñar el mar.

Y en el mar había un mochito y allí se veía un bulto que se movía, pero él decía que era un lobo; pero sentía que desde allí salí una voz que era de una mujer que gritaba, que cantaba, que entonaba algo. Pero de repente vio con sorpresa que siente un chapuzón y ve en la espuma blanca que con velocidad salía en su dirección, una raya blanca que se dirigía hacia él. Cuando de repente ve que sale del agua una mujer. El no se dio cuenta de la cola ni nada y recién supo más tarde que era una sirena. El problema era de comunicarse hasta que se comunicaron con mímica y al fin se comprendieron. Entonces ella le decía “¿Qué haces acá?” Y él le señalaba la leña y así.

Luego de una larga conversación, resulta que se despiden pero la sirena le dice que ponga las manos juntas que le iba a dar algo. Entonces mete la sirena debajo del agua las manos y comienza a llenarle las manos con lo que del fondo sacaba y el se lo mete al bolsillo. Luego se despiden y recién cuando se da la vuelta, se da cuenta el leñador recién que la mujer tenia una cola de pescado. Cuando la sirena desapareció, él se sentó un rato sobre la leña, pensativo y se dijo “Esto no lo puedo contar en el puerto, porque si lo cuenta me van a decir que estoy loco, que estoy chiflado; nadie me va a creer porque no hay otra persona que lo haya visto”. Entonces se quedó calladito.

Llegó al puerto y comenzó a repartir la leña; cada persona necesitaba dos palitos para cocinar. Termina su venta y entonces se queda pensativo y va y se acerca a un bar; en ese tiempo los bares solo vendían vino. Cuando lo terminó, metió la mano al bolsillo, sacó la plata que había acumulado, pero sintió unas cosas raras; saca la mano con esas cosas raras y lo primero que hace es sacar la plata para pagar y empezó a examinar unas cosas raras como una bolitas de fierro, pero brillante, medio blanquizcas. Como los del costado conocían de esto, dijeron “!Perlas!” El leñador metió la mano al bolsillo, pagó y se fue asustado pensado en las perlas.

Pero dicen que “en pueblo chico infierno grande”; voló la noticia y todo el mundo se enteró, hasta las autoridades de esa época. Ellas se reunieron y se informaron de quién tenía las perlas, que era un pobre diablo que vivía de la leña, que cómo puede tener perlas, que de dónde las habrá sacado, que seguro las habrá robado… y especularon muchas cosas, incluso que había encontrado un banco de perlas. “!Vamos a ser ricos¡” dijeron entonces y decidieron chapar al leñador. Luego de hacerlo le quitaron las perlas y le dijeron que confiese de donde las había sacado. El se mantuvo en silencio porque tenía miedo de decir la verdad, hasta que decidió contarlo todo pero a condición de que le crean: “Me las dio una sirena” les dijo. No bien dijo esto lo castigaron. Le echaron agua, lo colgaron y le pegaron, lo que le mortificó mucho; pero como insistía en su versión, unote sus captores propuso que hiciera lo mismo para demostrar que decía la verdad. Así que lo enviaron al mismo sitio custodiado por soldados sin mayor fortuna por espacio de quince o veinte veces, recibiendo castigos por mentiroso. Uno de ellos le dijo “¿Por qué no te concentras y así puedas transmitirle a la sirena para que venga?” Así que el leñador se concentraba y llamaba a la sirena, hasta que en una noche sin luna salió nuevamente hacia el lugar seguido de cerca por sus captores. Se puso frente al mar y de repente, igual que en la primera vez, escuchó el canto de la sirena y su figura sobre la roca en medio del mar. “!¿La sienten?! ¡¿La sienten?!” empezó a gritar. Tiro la leña al suelo y la llamaba a gritos “!Ven sirena! ¡Ven sirena!” Sintió el chapuzón, vio la espuma del mar y la raya blanca que se le acercaba.

Al preguntarle qué pasaba, el leñador le comentó que desde el día que la había visto, en vez de ser una alegría había sido una desgracia porque había sufrido mucho y le contó lo sucedido. Entonces el leñador se agarró las puntas de la camisa formando una bolsa y le dijo “Dame perlas, dame perlas” La sirena le entendió el mensaje y le lleno la camisa con lo que pedía; luego de lo cual llamó a las autoridades para que vean lo que tenía. Al llegar al sitio algunos lograron ver algo de la sirena y al dar su chapuzón pudieron verla por completo perdiéndose en el mar. la gente curiosa fue a ver lo que le había entregado al leñador y éste soltó su camisa y las perlas se fueron al suelo, luego de lo cual todos se arrodillaron para poder agarrar algo de ella, mientras el leñador desapareció por completo del lugar en el momento de la confusión

San Geronimo (Peru)

Cuentan que hubo un tiempo en que el río se secó en una de sus peores sequías al extremo que las desgracias y miserias no podían ser castigo de Dios: los animales morían, las hembras perdían sus crías, las plantas morían, los árboles se secaban. No había remedio para esto y algunas personas comenzaron a irse a otros valles con mejor suerte.

Un día llegó al valle un hombre que, según contó, venía caminando valle abajo y visitaba todos los lugares. Llamó la atención la túnica que usaba y su firma de hablar, tan dulce y firme. Desde que llegó hablaba de Dios y de lo importante que era arrepentirse de los pecados para no traer la ira divina. Peor de lo que se dio cuenta la gente del valle era que con su llegada empezó a llegar el agua y con ella la vida. Las atenciones hicieron que este personaje quedase en el valle más tiempo del que tenía programado. En ese tiempo, los animales engordaron, el río creció, las plantas empezaron a tomar fuerza y las hembras preñaban y parían.

Pero este personaje debía continuar su recorrido hacia el norte. No escuchaba los ruegos de la gente que se reunía en tu entorno. No le inmutaron ni las lágrimas de las mujeres agradecidas ni la risa de los niños que jugaban a su alrededor, pues su partida era inevitable. Dicen los viejos que mientras subía el cerro cayendo ya la tarde, las gentes en silencio rogaban a todas las fuerzas para que el personaje no se vaya. Pero la oscuridad que avanzaba muy rápido, como nunca, impidió seguir viendo al visitante perderse en las alturas.

Al día siguiente la gente se levanto con congoja y sólo atinaron a recorrer con la vista el sendero del visitante y cual no sería su sorpresa al ver al mismo pero convertido empiedra: los ruegos de la gente había logrado detener su partida y había logrado hacer que se queda en medio del valle, para bendecir su prosperidad. Las gente empezó entonces a llamarlo San Jerónimo, patrono del valle de Ilo.
Dicen que los valles del norte nunca recibieron su visita, por eso terminaron secándose y sus gentes tuvieron que salir de ellos para no morir de hambre y sed.
Frente al Parque Ecológico de El Algarrobal, en medio de un angosto camino se puede ver a un personaje de espaldas, con su capa a medio vuelo y la pierna flexionada en además de subir el cerro, recorrido que nunca culminó.

Calienta Negros (Perú)

Graciela Vera contaba sobre la playa Calienta Negros la siguiente leyenda: La misteriosa playa de Calienta Negros está enclavada en un paradisiaco lugar rodeada de silenciosos peñascos, ternos y celosos guardianes de lo que allí sucedió. Esta enigmática y seductora playa tiene el increíble sortilegio de atraer, enamora y despertar profunda curiosidad por sus raras leyendas de acontecimientos ocurrido durante la Colonia. La leyenda cuenta de cuando llegaron por mar raras e impresionantes embarcaciones a vela, flameando tétricas banderas negras y despertando el temor de la población. En esos galeones viajaban temibles y sanguinarios piratas en su afán de rapiña por haberse enterado de los fabulosos tesoros en el Perú. Aquellos ocultaban sus naves en playas pequeñas y tranquilas par asechar a los españoles portadores de sus inmensas riquezas. Pero también llegaban con sus bodegas llenas de esclavos traído desde el Congo.

Hombres y mujeres negros eran tratados como bestias de carga y vendidos como tales. En la playa se les sometía a subasta en donde se les cotizaba por su estatura, físico y dentadura, adornado con grilletes que llevarían hasta el fin de sus días.
Fondeados sus galeones, los diabólicos piratas en su estratégico escondite procedían a desembarcas la triste y lacerada mercancía humana es la playa , apartada tanto del humilde pueblo y aprovechando de ese lugar para calentar o reanimar bajo los reconfortantes rayos de sol a los miserables negros, desventurada gente que llegaba después de una penosa, larga y sacrificada travesía de largos meses por el mar sin poder siquiera caminar ni estirar su cuerpo, medios moribundos, desnutridos y con múltiples enfermedades. Esta famosa e histórica playa que los piratas utilizaban para calentar a los negros por espacio de algunos días y alimentarlos con mariscos y pescado antes de su comercialización se conoce hasta nuestros días como Caleta Negros (Calienta Negros).

Allí también ocurrió otro hecho: “Dicen que una hermosa y bien formada negrita era requerida y asediada por un robusto y barbado pirata inglés, y cuentan que en una tranquila y oscura noche de verano allá junto al roquerío el pirata pretendió hacerla su mujer. La negrita angustiada se defendió como podía y desesperada, ya no sabía quehacer y antes de perder su honor en manos de ese bárbaro pirata, cogió una daga del cinto del pirata… y en vista que los ruegos no el importaban ni las lágrimas conmovían a aquel hombre cruel, ella perdió la razón, se hundió la daga en el pecho y se partió el corazón.”

Otra versión no habla de piratas si no de comerciantes ingleses quienes desembarcaba por Puerto Inglés y utilizaban Calienta Negros para los fines que se han comentado líneas. Es de allí donde vendría el nombre de Calienta Negros: el lugar donde se calentaba a los negros vendidos como esclavos, o la caleta de los negros, en donde se les comerciaba para introducirlos en los valles de Sama, Moquegua, Tacna, Arica y Tarapacá

Playa Las Loberas (peru)


Había una vez en el puerto de Ilo una playa en la cual vivían una señora y sus dos nietas. Un día la señora mando a sus nietas a recoger leña, sin saber que por ese lugar se encontraban merodeando piratas. Los piratas al ver a las niñas fueron tras ellas, las golpearon y las ultrajaron.

Las niñas al regresar a su casa le contaron todo lo sucedido a su abuela, quien enfurecida salio en busca de los culpables. Al encontrar a los culpables, la mujer lanzo grandes maldiciones contra ellos, y debido a esto se dice que los piratas se convirtieron en lobos marinos.

Es por eso que a ese lugar se le conoce con el nombre de la playa Las Loberas.

la india maria (peru)

En los inicios de valle Algarrobal, existía en una de los fundos una india llamada María. Ella vivía con su madre.Conforme pasaron los años María se convirtió en una persona cada vez mas malcriada y malagradecida.

Un día su madre mando a María a pastar ovejas al cerro y ella ni quiso obedecer lo indicado. La madre de la india , le increpo su conducta y la muchacha le contesto y cacheteó a su propia madre.

La madre de María le dijo que las hijas que golpeaban a sus madres se condenaban. María no presto importancia a las palabras de su madre y se fue al cerro. En la mitad del camino, María se sintió mal y al poco poco rato ella y sus ovejas se convirtieron en piedra. Desde entonces podemos observar a María y a sus ovejas en el cerro yendo al Algarrobal.

La Horma (Perú)

Al norte de la ciudad de Ilo, hay un manantial copioso que desemboca en la playa El Platanal,llamada así porque en su lecho se levantan palmeras a la cual debe su nombre , además de higueras y otras plantas.

Aquí habitaba un pequeño pero aguerrido pueblo perteneciente a la cultura chinchorro. Su vida cotidiana se desarrollaba entre la paz de sus quehaceres domésticos, los hombres se dedicaban a la pesca, al cultivo y a la orfebrería, y las mujeres al tejido y cerámica.

Cuando Wiracocha vino a Ilo a sumar territorios para incorporarlos a su Imperio , tuvo conocimiento de las ricas minas de oro que existian al norte enviando un pequeño grupo de guerreros . Debido a la dificultad de acceso a la quebrada El Platanal, no pudieron doblegar a los dueños de casa.

Irritado , el Apu Wiracocha, cuenta la leyenda, voló hacia el lugar y aterrizo cerca al manantial dejando estupefactos a los del chinchorro y sometiéndolos de este modo.

Testigo de esto , es que hoy en día se puede apreciar en una roca la horma del pie que el inca Wiracocha dejo al llegar.

La Dama Encantada

Cuenta la leyenda que cierta vez en el valle Chiribaya de la provincia de Ilo se hallaba un chombo, el cual fue encontrado por un explorador , percatándose que emanaba un olor fétido del mismo.

Al darse cuenta de dicho olor, el explorador decidió abrir el chombo. Al destaparlo, no pudo soportar la fetidez , perdiendo la conciencia por algunos segundos.

Al despertar, se topo con una bellísima dama, ella había salido del chombo.
Al cruzar miradas la dama le dirigió la palabra para pedirle que no dijera nada sobre su existencia y a cambio de su silencio le concedería cualquier deseo.

Los dos amigos y la sirena (Perú)

Se cuenta que hace mucho tiempo, en el puerto de Ilo, ubicado al sur del Perú en el departamento de Moquegua, vivía Alberto , un pescador.

Un día Alberto salio de faena al mar con su lancha, junto con su mejor amigo de nombre Pío.

Estando ya en altamar, Alberto sintió cansancio por las largas horas que navegaba. Al llegar la noche y preocupado porque no habían pescado nada, decidieron regresar al muelle Fiscal y desviando la proa, enrumbaron a sus casas. Pasada media hora, ambos amigos escucharon una melódica canción en medio de la noche y el brillo del mar que provenía de un conjunto de rocas.

Ellos pensaron que era el viento con el vaivén de las olas y no le dieron importancia al sonido.

Pino, remando más despacio, decidió ver que animal provocaba tan bello sonido y divisando a una sirena hermosa con cabellos cristalinos, ojos brillantes y con una silueta de mujer inigualable, ella llevaba entre sus manos una varita que daba buena suerte.

Pío se puso a pensar en ese momento en los rumores de vertían otros pescadores de la suerte y la fortuna que traía la varita de la sirena.

Entonces decidió arrebatarle la varita a la sirena. Antes de hacer ello, la sirena se zambulló al mar. Pío dio un salto, tomó la varita y de otro brinco volvió a la lancha y remando como nunca antes lo había hecho, y se alejó de ese lugar.
Alberto le preguntó el porqué de aquella acción tan peligrosa a su amigo y este le respondió y solo estaba ejercitando los músculos y así en medio de la conversación se dirigieron hacia el muelle.

Estando en el muelle Fiscal se bajaron los dos apresurados para tomar café en la casa de Pío.

Cerca de las dos de la mañana, Pío no podía dormir tranquilo por la acción que había realizado en el mar y mientras pensaba , nuevamente escuchó la melodía. Él se levanto asustado y miró por la ventana, era la sirena que lo llamaba entre las olas del mar y el oscuro ocaso.

Pío salió a pasear para borrar el miedo que llevaba dentro. Se encontró con Alberto y decidió contarle lo que venía ocurriendo todas las noches.

Alberto, le dijo que la última vez que fueron al mar, saltó de la lancha y vio que había cogido algo brillante ¿Qué era?-preguntó- no era nada –dijo Pío.

Sin haberle creído Alberto le respondió: “Esa es la varita de una sirena y mientras tú la tengas te traerá mala suerte; es mejor que la devuelvas antes que pase más tiempo, porque cuando la llegues a tocar, en el Mar te va a pasar algo muy malo”.

Después de la conversación, Pío regresó corriendo a su casa, cogió la varita y se fue a tirarla al mar en un lugar muy alejado para que nadie lo viera. Pero en su mala suerte pisó un pozo de agua. De inmediato, Pío se convirtió en una inmensa peña.

El poder de la varita hizo que desde ese día, ese lugar se convirtiera en una piscina natural de aguas quietas y cristalinas conocida actualmente como Puerto Inglés.

El vengador espíritu pirata (Perú)

Narran los pescadores con más experiencia del varadero artesanal de Ilo, que Puerto Inglés , playa ubicada al sur de la ciudad, fue como una especie de fuerte y desembarcadero pirata.

Los piratas desembarcaban aquellos tesoros que sustraían de los navíos de la corona española en una fortaleza peñosa construida por la propia naturaleza, la cual hallamos en el cerro de peñas que se encuentra ubicado frente a la playa.
Como era costumbre, después de haber atacado un navío real, la tripulación pirata quedaba maravillada de tanta riqueza , todos los objetos eran de oro y decorados con rubíes.

Al día siguiente de cada robo, el capitán de la embarcación declaraba los tesoros y a la vez los demás daban fe de protegerlo de cualquier amenaza inclusive sacrificando sus vidas.

Una noche Gulibert uno de los piratas, presionado por la codicia de la mujer que amaba, sustrajo un cofre. Al ser descubierto por sus compañeros, huyó despavoridamente rumbo al cerro de peñas con la finalidad de esconderlo, y así lo hizo.

No había pasado mucho tiempo y Gulibert fue detenido por el capitán, quien ordenó castigarlo por la traición, lo cual era castigado con la muerte, y así lo hicieron. Degollaron a Gulibert y condenaron su espíritu a la protección infinita de los tesoros.

Transcurridos los años, nadie se atrevía a buscar el baúl. Gulibert recorre las inmediaciones del cerro de peñas , decapitado , debido al castigo que le dieron.
Se dice que su espíritu seguirá penando hasta reunir la cantidad de vidas que tenía la tripulación pirata a la que pertenecía. También dicen que aquel que encuentre o trate de encontrar el baúl del tesoro será maldecido como Gulibert.

La leyenda de María Sosa (Perú)

Esta es la historia de una roca que se encuentra en el valle y tiene forma de mujer subiendo un cerro, ella parece llevar un bebé.

María Sosa era una mujer que vivía en el valle y estaba casada con el señor Pedro Tuntes. Su madre era una persona muy importante porque agasajaba a las personas que la visitaban.

Cierto día una de las autoridades de Moquegua llegó a su casa y no tuvo qué prepararle ; así que fue a la casa de su hija para solicitarle su ayuda. Le pidió una res para agasajar al ilustre visitante.

Maria Sosa habló con su esposo y él le dijo que no, porque su madre gastaba demasiado en aquellos recibimientos. Al ver la negativa de su hija, la señora aguardó a que llegara la noche e ingreso al corral para sacar la res, pero en la oscuridad no se dio cuenta que iba por unos matorrales, los cuales le causaron profundas heridas en el cuerpo y al no poder curarlas murió.

La gente murmuraba sobre la muerte de tan amable señora y culpaban a Maria Sosa por negarle el animal.

Pasado el tiempo, misteriosamente Maria Sosa desapareció del valle , nadie la pudo encontrar . Ella tenía un corral en el cerro, pues allí se encontraba abundante pasto. Las personas pensaron que tal vez María estaba en su corral porque cuando se aproximaban notaban la presencia de unas extrañas piedras que nunca estuvieron en el lugar. Una de esas piedras tenía la forma de una mujer que cargaba a su hijo en la espalda. Entonces los pobladores comprendieron que se trataba de María Sosa y sus animales.

La madre fallecida, antes de su muerte maldijo a su hija, al esposo de ella y a sus animales.

El misterioso museo del Algarrobal (Perú)

Los que viven cerca del ahora museo del Algarrobal , cuentan que hace mucho tiempo , en la provincia de Ilo en el distrito del Algarrobal se construyó una vivienda que tenía como finalidad convertirse en museo.

Al término de esa edificación, empezaron a implementar el interior de la vivienda con algunos restos que dejaron los hombres antiguos que vivían en ese lugar.
A pesar del tiempo transcurrido, se dice que al promediar la media noche, se oían voces y sonidos como si estuvieran trabajando en una chacra , cuidando el ganado, y lo más misterioso es que se escuchaba el ladrido de un perro. Es por esa razón, que ninguno de los que cuidaban el lugar se atrevía a entrar a la casa.

Cierto día uno de los vigilantes junto a un arqueólogo, se atrevieron a entrar al lugar. Esperaron hasta media noche y al toque del reloj que marcaba las doce empezó nuevamente el bullicio. Entonces vieron que de pronto se le apareció un perro que ladraba, mientras ellos caminaban por el museo. Pasados unos minutos, desaparecieron las voces y aquel ladrido .Los hombres se tropezaron y con mucho miedo se levantaron. Lo único que ellos deseaban en ese instante era salir de aquel lugar.

Al día siguiente, los hombres se pusieron a cavar, y encontraron que dentro de aquella excavación los restos óseos de una persona con sus bienes, acompañado del esqueleto de un perro.

Consultando a los pobladores del lugar, los hombres se enteraron que en ese lugar hace muchos años vivieron hombres llenos de bienes y que tenían como guardián un perro. Esos hombres son conocidos como los Chiribaya.

Desde entonces, es común para aquellos pobladores escuchar los ladridos del perro y aquellas voces misteriosas. Muchos dicen que el perro sale del museo y va a tomar agua del río los días martes y viernes al promediar la media noche.

EL Pago a las tinieblas (Perú)

Una legendaria laguna de Aricota, llena de misterio oculto, se dice que para utilizar sus aguas tuvieron que hacer entrega de seres humanos como pago a las tinieblas, por dos oportunidades.

Para el primer pago tuvieron que reunir varios niños, a quienes los invitaron a participar de un banquete, fueron llevados con engaños a la orilla de la laguna, donde se encontraba una mesa muy bien adornada, sobre ella se encontraba comida, dulces y gaseosas. Los niños conforme iban disfrutando del banquete, son atendidos con gaseosas pero mezcla de licor, conforme bebían se fueron mareando, llenos de euforia entre juegos y alegrías; de pronto las aguas desaparecen y se abre una puerta enorme, en el interior se veía una enorme ciudad iluminada, los niños van ingresando comiendo sus galletas bebiendo gaseosas, en medio de risas y juegos se fueron desapareciendo en el fondo de la ciudad.

El segundo pago fue con una delegación de Japón, dentro del grupo había una dama muy jovial y hermosa, llegando a Curibaya se abastecieron de alimentos, bebidas y busca una vitrola para poner la música, por la noche se dirigen a las orillas de la laguna , para preparar la entrega, siendo las doce de la noche, la dama se encontraba embriagada y la invitan a bailar, mientras bailaba se levanta un remolino fuerte, envuelve ala dama, en medio del remolino entre baile y baile, se va desapareciendo la dama en el fondo de la laguna.

Muchos arrieros y viajantes experimentaron, que a partir de las once de la noche, se escucha las risas y juegos de los niños, la voz de una dama que te llama, el cántico del gallo, que nos pone los pelos crespos de miedo, por mas que se grite o corran se cunde mas la desesperación del terror, las personas de fuerte coraje logran pasar y las personas de débil se encantan o se vuelven locos.

La Magia del hacendado (Perú)

Gastón payes, era el dueño de la hacienda Totora, quien pone en venta su propiedad y el comprador era un agricultor de Ilabaya; pero no contaba con la suficiente cantidad de dinero como para realizar el negocio. Por curiosidad se entera que practicando la magia negra se puede conseguir una fortuna, es cuando decide leer la magia negra, donde indicaba que tenia que ubicar tres quebradas que se unan en una sola y justo lo encuentra en el contorno de la laguna de Aricota.

Con mucho coraje, prepara las acémilas bien coronadas con sus chipas, llevando una daga bien filuda y un ayudante. A una distancia no muy alejada deja a su ayudante con los animales, dirigiéndose solo a la quebrada, llega y se prepara con las oraciones respectivas, de pronto baja un toro enorme balando en medio de la polvareda, se inicia una lucha titánica, después de un arduo batallar el agricultor vence al toro, cuando el animal cae pesadamente al piso, se rompe el hechizo y se convierte en una enorme petaca de oro y plata, muy triunfante grita ¡ Lo Logre ! ¡ Lo Logre ! y emocionada llama a su ayudante.

Todo el tesoro lo preparan para cargar en chipas, no esperando mas se dirigen donde el hacendado, para efectuar el negocio, Gastón Payes lo vende y sin tener otra alternativa se retira. El pacto con el diablo no era tan sencillo pues tenia que pagar con su cuerpo y no podía buscar esposa; el se había convertido en mujer del diablo.

Aburrido de estar con el diablo, no sabe como deshacerse, muy preocupado busca la forma, de pronto se encuentra con un anciano, quien le aconseja que debe buscar una esposa; pero su esposa tenia que esperar al diablo en la forma que el lo hacia de cuatro patas y ella acude al negar apartado esperando la llegada, de pronto aparece lo mira diferente con cabellera larga distinto al hombre se asombra y sale disparado sin rumbo el diablo, de esta manera se destruye el pacto.
El agricultor se tiene que marchar lejos del lugar y para ello deja en arriendo la hacienda al señor Cornejo, después de un tiempo es afectada por la reforma agraria, para convertirse en las Seis Totora y hoy parcelada a los trabajadores.

Himno a Candarave (Perú)


Candarave, Candarve
Candarave tu nombre es majestad,
Son tus cumbres, tus nevados,
El reflejo de un pueblo emprendedor;
La grandeza de tu origen
Alimenta cada generación,
Flora y fauna sin igual,
Y humalante, tu grito de amistad (bis)

Tus encantos te saludan con el alba juvenil,
Contemplan tu rostro fuerte,
Enigmático y gentil;
Tu campiña se prepara cual rebosante vergel
a recibir el abrigo y confundirse con el tu huayñuma,
De cause inerte sorprendes al caminante con tu lecho misterioso,
Donde nacen las leyendas con galope de corcel
Tutupaca con su manto blanco de tanta pureza,
Representa el alma noble de tu gente al trabajar,
Vigilante rasga el cielo del que brota
Sabía nueva para que beban tus campos,
Prestos reverdecer.
Yucamani, fuerte y soberbio,
Tu atalaya permanente te refleja el sol naciente,
Para que siembres virtudes y coseches tu existir.