viernes, 5 de abril de 2013

La Yerba Mate


La Yerba Mate


El origen de la yerba mate es atribuido principalmente a las divinidades, auque existen varias versiones sobre su nacimiento; algunas son puramente indígenas, otras poseen resabios de la época de evangelización.

Los guaraníes enseñaron a los españoles como utilizar la yerba mate, la bebían como medicina, absorbiendo mediante una caña agua fría mezclada con estas hojas. 

Los Jesuitas la cultivaron en las colonias que poseían. Aquí podemos incluir la primera versión de la leyenda, difundida en la cultura cristiana: se encontraban San Juan y San Pedro en la provincia de Misiones cuando los sorprende la noche. Un hombre mayor de muy bajos recursos los hospeda en su rancho, en el que vivía con su única hija. Como retribución a su desinteresada atención, los Santos le prometen que su hija será inmortal, vivirá para siempre, convertida en árbol de yerba.

Otra versión con raíces colonizadoras atribuye a Santo Tomas el descubrimiento del uso de la yerba mate. Los guaraníes les contaron a los Jesuitas que había estado en la tierra el Pai Zumé, un hombre sabio que realizaba milagros, y les había revelado los beneficios medicinales de esta planta. Lo que interpretaron los religiosos fue que a los indígenas se les había aparecido el apóstol Santo Tomas, por lo que comenzaron a difundir esta versión cristiana del origen de la yerba mate.

La primera leyenda extendida entre los indígenas nos cuenta que Tupá- dios del bien- estaba visitando la tierra, cuando llego a la casa de un viejo pobre y le pidió alojamiento. Para atender a su huésped el viejito sacrifico la única gallina que tenia, le dio de comer a Tupá y lo albergo en su casa. En agradecimiento el dios le obsequio un arbusto y le indico su uso. Las hojas debían tostarse antes de ser ingeridas en forma de líquido. Era el caa-guazú, que en Guarini significa “yerba esplendida”.

Otra leyenda –una de las mas difundidas entre los guaraníes- tiene como protagonistas a Yací (la luna) y Araí (una nube), quienes bajaron a la tierra convertidas en dos bellas jóvenes. Cuando estaban en la profundidad de la selva misionera, un yaguareté intento atacarlas. Un viejo indio, que estaba observando al felino, le disparo una flecha mortal, pero el animal no murió e intento un segundo ataque, el viejo en sayo otro disparo y esta vez la flecha fue certera, el yaguareté cayo muerto. Al acercarse al lugar, el indio comprobó que las dos jóvenes ya no estaban, habían regresado a los cielos sin que el pudiera verlas. 


Esa misma noche, nuevamente con forma humana, Yací y Araí se hacen presentes ante el anciano para premiar su buena acción. Le cuentan que habían dado nacimiento a una planta “que acerca los corazones y ahuyenta la soledad” llamada Caá, y que esta debía ser tostada antes de ser ingerida, para contrarrestar su efecto venenoso.

Desde entonces, como reconocimiento a la buena acción de un hombre (cualquiera de los que viven en estas leyendas), Caá permanece entre nosotros como símbolo de amistosa hermandad.

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