miércoles, 3 de abril de 2013

La Leyenda Del Jilguerillo (Guatemala)

Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestras tierras.

Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu.

Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo.

Cuando Jilgue se enteró de las intenciones de Batsu huyó a esconderse en el bosque.

Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue que si salía podía salvarse.

Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras. son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles dieron muerte a saetazos a Tolgom.

Los kaqchikel o posiblemente los k’iche’, ya que los mismos vivían en constantes amenazas, pugnas, envidias y guerras hacia el siglo XV. 
Así ellos acuñaron el citado vocablo, mismo que está constituido por lo siguiente:

Atit femenino, designa la luna y

Atit señala a la mujer anciana, dos veces abuela, y

Alá designa el género masculino, varón.

Unidos los dos términos, uno se sustantiva y el otro se adjetiva en Atit Alá, pero ya en la interpretación que le dieron los primeros castellanos, en el siglo XVI se convirtió en Atitlán, suprimieron la vocal después de la consonante T y le agregaron una N al final Atitlán.

Los orígenes del Lago de Atitlán son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles dieron muerte a saetazos a Tolgom: se marcharon más allá del lugar de Qakbatzulú y arrojaron a la laguna los pedazos de Tolgom. Desde entonces es famosa la punta del cerro del lanzamiento de Tolgom. Enseguida dijeron: Vamos adentro de la laguna. Pasaron ordenadamente y sintieron todos mucho miedo cuando se agitó la superficie del agua.

De allá se dirigieron a los lugares llamados Panpatí y Payán Chocol, practicando sus artes de hechicería. Allí encontraron nueve zapotes en el lugar de Chitulul. A continuación comenzaron a cruzar el lago todos los guerreros yendo por último Gagavitz y su hermana llamada Chetehauh. Hicieron alto y construyeron sus casas en la punta llamada actualmente Qabouil Abah. Enseguida se marchó Gagavitz; fue realmente terrible cuando lo vieron arrojarse al agua y convertirse en la serpiente emplumada.

Al instante se obscurecieron las aguas, luego se levantó un viento norte y se formó un remolino en el agua que acabó de agitar la superficie del lago.

Los poblados mencionados han de haber estado en la parte noroeste del lago, mientras que lo siguiente pudo haber sucedido cercano al actual Santiago Atitlán: Allí deseaban quedarse las siete tribus, querían ver la ruina del poder de los zutujiles. Cuando aquellos bajaron a la orilla del agua y se detuvieron allí, les dijeron a los descendientes de los Atziquinahay: Acaba de agitarse la superficie de nuestra laguna, nuestro mar ¡oh hermano nuestro! Que sea para ti la mitad del lago y para ti una parte de sus frutos, los patos, los cangrejos, los pescados, les dijeron. Y después de consultar entre sí, contestaron: Está bien, hermano. La mitad de la laguna es tuya, tuya será la mitad de los frutos, los patos, cangrejos y pescados, la mitad de las espadañas y las cañas verdes. Y así también juntará la gente todo lo que mate entre las espadañas.

Así respondió el Atziquinahay. De esta manera fue hecha la división del lago, según contaban nuestros abuelos. Y así fue también como nuestros hermanos y parientes se quedaron con los zutujiles.
Pero nosotros no aceptamos la invitación para quedarnos. Nuestros primeros padres y abuelos, Gagavitz y Zactecauh se fueron y pasaron adelante entre las tinieblas de la noche.

Cuando hicieron todo esto no había brillado la aurora todavía, según contaban, pero poco después les alumbró. Luego llegaron al lugar de Pulchich, de donde partieron en grupos.

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